La meta no es empezar sabiéndolo todo, sino que estar dispuesto a adentrarse a lo desconocido y declararse dignos y capaces de estar ahí. Para poder vivir en el caos hasta que haya luz.
Al final del día, nunca estaremos preparados en un 100% para alguna cosa. Ni para el trabajo de nuestros sueños, ni para el trabajo de la pequeña tienda de la esquina. No para la persona con la que queremos pasar el resto de nuestras vidas, ni para la persona con la que vamos a pasar tan solo una noche. La vida es desconocida en su totalidad, y está en nuestras manos decidir qué partes de ella queremos adentrarnos y conocer. Lo desconocido que estremece o lo desconocido que nos agota. Lo desconocido que nos inspira o aquello que va a terminar por destruirnos.
Ningún riesgo es fácil de tomar. Vas a fracasar y ser criticado sin importar el camino que elijas. ¿Entonces por qué no tomar aquel que te desafía? ¿Por qué no envolverse en aquellas decisiones que te hacen crecer? ¿Por qué no dejar todo de ti en algo que te fortalece y te hace sentir mejor una vez que termina?
No tenemos por qué estar preparados para nada de lo que se nos aproxima en la vida. Crecemos por aquel camino con curiosidad y con el corazón abierto.
Lo único que debemos hacer es arriesgarnos a dar esos primeros pasos, estemos listos o no.
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